A mi padre le dicen ‘Pelé’, todo el barrio lo conoce
como ‘Pelé’, es el cuidacoches de la feria de Piedras Blancas los
domingos de mañana. Pero desde que sufrió un ACV está más difícil el
laburo y yo lo vengo a ayudar. Arrimamos unos pesitos para la comida.
Todo suma...".
El
que habla es Diego Pérez (20). Un flaco alto, espigado, de buen porte y
pinta de jugador.
Diego no la pasa bien. Pero la lucha. No se queda de
brazos cruzados. Sale a buscar el mango día a día, porque en Progreso no
cobra. El club mantiene un atraso importante con todo el plantel. Y
muchos han tenido que salir a rebuscarse como sea.
"Un día llegué a la práctica y dije que no podía ir
más. No tenía guita para el boleto. Pablo Munhoz nos reunió en el vestuario y explicó la situación. Se hizo una
colecta, me dieron la plata de los boletos y cuando recibimos unos
pesos del club, devolví lo que me habían dado", dice.
Diego es prácticamente el sostén de su familia. Su
mamá también ayuda y a veces acompaña los domingos a cuidar coches a la
feria. "Va temprano, a las 11.00 vuelve a casa y voy yo, así puedo
dormir un rato más". En el asentamiento Los Milagros, en pleno
Casavalle, esperan Brisa (de 16 años) y Emiliano (12), sus hermanos
menores.
La mañana de Diego es dura. Se levanta, toma un vaso
de leche, come algo y apronta el bolso para ir a entrenar. "Ahora voy en
moto, me la compré para laburar", dice.
Entrena, llega a la casa "si hay comida, como y si
no, me acuesto a dormir un rato, a descansar. Y de tarde salgo a
repartir las masas, un negocio que me dio un amigo para que haga unos
pesitos. De noche voy a la cancha del Potencia, la marco, cuelgo las
redes, prendo las luces y la alquilo. Tenemos un arreglo con el club,
vamos mitad y mitad, y eso también ayuda. Le dan una mano a mi padre,
que es muy querido. Yo jugué en el Potencia, ahí gané todo, fuimos
campeones, es un club bárbaro. Salieron todos cracks", recuerda.
"Los domingos hago de cuidacoches con mi padre en la
feria. Lo que sacamos nos da para pagarle al almacenero, porque nos fía
la comida de la semana... y por lo menos vamos tirando... pagando todo",
dice Diego.
"Estoy todo el día en la calle, buscando el peso,
tratando de ayudar en casa. Sé que algún día voy a llegar. A veces tengo
ganas de largar... pero todos me dicen que siga... que voy a
llegar...".
"Mi madre cocina, cuida a mis hermanos, pero también
sale a laburar. Es así. Si no salimos, no comemos... (Pablo) Munhoz,
que jugó con mi hermano (Cristian Pérez) en Defensor, llegó y me dijo...
pah... tu hermano comía como negro chico... y yo le dije ¿¡qué querés!?
si en casa no comemos... Se quería morir, pero era así. Comíamos cuando
podíamos", agrega.
"Estaba siendo
titular, venía jugando bien, pero yo sé que el fútbol es así, a veces te
ponen, y otras no. Yo tengo paciencia, sé que voy a tener una
oportunidad. Por eso la peleo todos los días. No falto, entreno, intento
crecer como jugador, escucho a los más experientes", confiesa.
"Acá, en Progreso, tenemos claro el panorama: somos
nosotros y el cuerpo técnico contra todos. Tenemos que estar juntos,
unidos, ni pensamos en los dirigentes. Estamos solos, esa es la verdad",
dice con dejo de resignación.
"No puedo comprarme nada. Ni un par de zapatos de
fútbol. Plata que agarro, plata que es para la comida, para ayudar en
casa. Mis padres se rompieron el lomo para que yo pudiese jugar al
fútbol. Y eso lo valoro, por eso sigo, porque sé que también es la
ilusión de mis padres"
Fútbol Charrua aplaude a un jugador un jugador como este que ama el fútbol por sobre todas las cosas, un verdadero valor del verdadero "fútbol charrua"...
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